Dani Obregón, el componente perfecto

Hablar de Dani Obregón es hablar de uno de esos gaditanos polifacéticos, de esos hombres que tuvieron el carisma necesario, en el momento necesario para crecer y multiplicar su talento en el sitio adecuado.

Porque desde muy joven, Dani entendió que Cádiz era el epicentro de aquel terremoto de talentos que emergía como un volcán. Ese anhelo sublime por convertirse en una mejor persona cada día, sin pisar a nadie, sin creerse más que el otro.

Y es que Dani, desde que empezó a tener uso de razón se rodeó de amigos que se convirtieron en familia, pero amigos que como él, tenían un don… de esos que sabes que únicamente su sombra se proyecta de una manera diferente al resto. Hacia un lado y el otro, o al costado, tenía aquel ansia viva de los David Palomar, Jesús Bienvenido, Tino Tovar… ¡cómo no pararse a aprender, cómo no pararse a convertir aquello en un auténtico manantial donde la sabiduría fluía en ambos sentidos!

El crecimiento de Dani Obregón en el mundo de la comparsa, donde ha desarrollado prácticamente la totalidad de su trayectoria ha sido muy singular. Y es que desde el principio, este gaditano demostró sus dotes artísticas a quemarropa y sin pedir permiso, como un cohete que despega y emite una estela pura y cristalina.

dani obregon codigo carnaval

Dani es uno de esos chicos puros y cristalinos, alejados de un veneno mediático que en muchísimas ocasiones corroe al mundo del carnaval y a la comparsa en mayor particularidad. Es el componente perfecto, el que no rechista, el que corrige en privado y alaba en público, el que es capaz de ajustar milimétricamente cada detalle de una comparsa para que su ejecución sea como la de un metrónomo. Exacta, candente, viva.

El último año de Juan Carlos Aragón, Dani Obregón aceptó la proposición de formar parte de ‘La Gaditanissima’ a pesar de que el destino le había puesto delante esa puerta en varias ocasiones. En todas ellas, Dani entendió que no era el momento adecuado, hasta en ese mismo instante cuando decidió abrazar esa locura de pintar por las paredes y las gargantas el nombre de Cádiz y su gaditanissima manera.

El grupo, que no necesitaba encontrar precisamente que le dijeran como era cantar bien, recibió como agua de mayo la figura de una pieza tan codiciada en el tablero del concurso del Falla. Llegaba otro mito de los más jóvenes, de los niños que se hicieron hombres a golpes de las verdades del loco, el respeto de los veteranos y su sitio privilegiado desde el minuto uno. Llegó un currante para despedirse como un hermano más.

La mano derecha de Jesús Bienvenido, su director, su amigo y confidente. Dani siempre fue el rostro al que mirar cuando se mostraba una nueva cuarteta o un nuevo pasodoble. Era la vara de medir, el hombre que sabía darle el auténtico valor terrenal a aquella melodía, para incluso atisbar, si aquello era lo mejor para el grupo o no.

Ángel Subiela, que llegaba de tocar la gloria con Ares y Aragón, también quedaba prendado de las labores que aquel joven conseguía hilvanar entre acordes y melodías, aquel que sabía sacarle lo mejor a aquellas maravillas que Tino Tovar postraba cada otoño en el local de ensayo.

Dani Obregón es el marinero al que su grupo seguiría en noches cerradas de tormentas sin dudar un segundo, el patrón de barco que siempre sabe encontrar el faro más puro, el amigo más fiel, el confidente perfecto, la alegría más certera, el componente perfecto para cualquiera que busque más allá de un premio, el talento innato de un joven que se bebió a sorbos Cádiz, desde la azotea de aquel viejo lavaero.

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