El confinamiento del Carnaval

A sabiendas que este título te llamará la atención por el bombardeo constante al que estamos siendo sometidos por tanto video de entendidos y “sabelotodo”, que no es lo mismo pero lo mismo da, que dicen mucho pero realmente explican poco o nada.

Buscando una explicación a nuestra situación, a esta cura de humildad que ha recibido la humanidad sin previo aviso, se me viene a la cabeza el confinamiento perpetuo del que viene sufriendo nuestro Carnaval…Situemos nuestra critica en el Abecedario Carnavalero:

El estado de Alarma del Carnaval se viene declarando desde hace algunos lustros, es permanente y continuo, haciendo agudizar el enfado perpetuo al que está sometido el “buen” fanático. Tiene una propagación rápida ya que posee un gran aliado para una contaminación eficaz: Las redes sociales.

Fiel reflejo de la sociedad en general, todo sea dicho, porque no sé quién tiene más culpa si el que viene de fuera exigiendo y viendo fantasmas por todos lados o el autóctono poniendo rancias barreras a todo lo que sea de puertatierra “pa fuera”.

Gérmenes y más gérmenes, aparecen cada año en nuestro Teatro para impregnar a tus benditas tablas de composiciones y repertorios vacíos, con la bandera de la ilusión enarbolada, pero con la vergüenza y el desprecio a un aficionado estéril, sin alma.

Kilos y kilos de papelillos derramados, ríos de purpurinas engalanando, disfraces y puestas en escenas y homenajes improvisados para tapar lo que importa: el repertorio. Mucho fuego de artificio y muchos darditos con mercromina, mucho piropo insulso, pero crítica mordaz: ni una.

Hasta los más viejos del lugar ven un concurso desconocido, pero no por lo que viene, sino por lo que estaba, que ni se renueva ni deja pasar a la sabia nueva. Es más fácil patalear y amenazar constantemente con una retirada prematura.

Desde hace décadas vemos como el veneno corroe las entrañas de mi fiesta, vemos como muchos lo alimentan con sus falsos egos. Siempre el “Yo” en nuestro ADN va en la primera pareja de cromosomas del carnavalero.

Instantes aprovechados por lo rancio para reivindicar lo que es de “Cai Cai”, pero que casualidad que lo que hace él (o su amigote) es lo auténtico, lo genuino. Qué difícil es reconocer que últimamente la letra del verdadero Carnaval de Cádiz venga de alguien de La Laguna.

Jinetes solitarios, Ángeles Caídos, ante mareas de críticas de monosabios, cuántos han caído o desistido en el camino por tantas balas interesadas disparadas por tanta barriga agradecida, ante el fervor y el aplauso forofo del aficionado criado en cautividad.

Siempre predominará el egocentrismo en la fiesta, incluso algunos colectivos, siempre unidos por norma, ya están enfrentados por lo mismo. Por la falta de caballerosidad y reconocer al adversario. Esto para algunos es morbo y salsa para el concurso, pero….

Unión entre los carnavaleros posiblemente será pedirle peras al olmo, pero quizás respeto al que participa en la fiesta no está tan lejos de conseguir ya que se ve muchos más en el carnaval callejero y este es “el original” (¿no?) con lo que por qué no soñar con que este coagule esta vacuna al Concurso.

Vaya desde aquí que no todo en la calle es buen rollo y compañerismo, pero comparado con su hermano “selecto” del teatro seria como la fábula de Caín y Abel…pero en estos tiempos de tuiteros e Instagramers ese asesinato tendría millones de “retuits” y de “me gusta “.

Pero no quiero dejar pasar la búsqueda de una supuesta vacuna para acabar con uno de los elementos que provoca más subidas de fiebre entre los enfermos de las coplas: los puntos. Es de las mayores mentiras del concurso, todos lo saben, pero ninguno lo admitirá jamás.

Ninguno ve el problema, pero todos tienen la solución, pero lo curioso es que al que puede ser escuchado mira para otra parte, y siempre culpa al que está en las instancias porque no hace lo que debe. “Consejos vendo, pero para mí no tengo” o “Dame pan y llámame tonto”.

¿Que esperamos para quitar esta falsa?, Ni el Premio Nobel ni otros premios se ponen puntos, si lo tienen que no se hacen públicos ya que cada año vemos esperpénticas sumas y criterios que no hace más que justificar la calentura de unos y otros. Siempre habrá ganadores y siempre habrá enfadados.

Muchos señalan, pero pocos se miran el ombligo, todo se mueve por dinero (casi todo), muchos han volado cuando el Sr. Hacienda ha hecho su aparición en los bolos. La eterna doble moralidad de criticar al político de la tele, pero yo lo hago en mi ámbito y en lo que puedo (el que esté libre de pecado…).

O lo que es peor, todo está sujeto al resultado, si gano me quejo menos, pero si no lo hago…siempre hay algo que criticar. Por ello, el Jurado siempre está en el punto de mira y siempre es criticado haga lo que haga, aunque algunas actuaciones merecida lo tenían.

Lo peor es que ya el veneno está dentro, muy dentro y convivimos con él. Vemos como compañeros del ayer se menosprecian y se faltan al respeto para conseguir más “retuits”, defensores a ultranza de algo en lo que llevan 3 días y medio, y poseedores de la verdad absoluta.

Todo viene a desembocar al mismo mar, donde nos encontramos todos. En nuestra mano está disfrutar de las vistas o alimentar la contaminación tirando más y más basura a la playa. Lo peor es que lo que vienen remando desde pequeño se acostumbran muy pronto a estas marejadas.

Me desangro cuando veo año tras años un virus que no tienen ni remedio ni cura. Todos lo identifican, pero nadie le pone nombre ni apellidos. No busquemos mascarillas ni respiradores para esta pandemia. Solo el carnavalero verdadero podría buscar la Solución.

Realmente ¿Quiere el carnavalero poner remedio a este problema llamado inmovilismo? ¿Prefiere vivir en el confinamiento de lo improvisado? ¿No aprendemos de nuestros errores continuos? ¿O no conviene? Preguntas que sabemos responder todos, pero seguro que no hay una unificación en la respuestas.

El problema de carnaval es el propio carnaval en sí, como buen virus solo busca la supervivencia clonándose año tras año, da igual que caiga mucha gente en el camino, da igual que pudiera ser el principal motor económico de la ciudad. Supervivencia pura y dura.

Lo único que importa es estar conectado a la “teta” ahora, No perder la cobertura con los millones de nuevos adeptos (que no aficionados) al carnaval, da igual que pierda el sentido de la fiesta: Cádiz. Lo importante es llegar a cuanto más oídos mejor y el post-carnaval….

Mientras todo se mire desde un prisma individual, todo seguirá transcurriendo por la misma senda: “Por mi primero y por……mí solo”. El ambiente cada vez es más desolador y muchos lo notan en camerinos, en los pasacalles…en la fiesta.

Todo nos lleva a una futura fiesta sin alma, sin identidad, sin Cádiz. Con mucha variedad, pero sin esencia, sin cuerpo, sin capacidad de sacar a las coplas de las tinieblas de ostracismo.

Cádiz, despierta.

LIBRETO CALIFÉ

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